“Los ciudadanos necesitan políticas claras para envejecer bien, con salud, pero también con conocimi
ALEXANDRE KALACHE / PRESIDENTE DE LA INTERNATIONAL LONGEVITY CENTRE BRAZIL
“Los ciudadanos necesitan políticas claras para envejecer bien, con salud, pero también con conocimiento”
Kalache, en su entrevista con entremayores, considera que “envejecer es lo mejor que nos puede pasar", y subraya que "hay que cambiar la actitud para entender que estamos ante algo muy positivo individualmente, pero también para la sociedad”
Pregunta.- ‘Retos de la longevidad en el siglo XXI’ es el título de la conferencia con la que abrió el Foro Internacional de Longevidad celebrado por la Escuela Andaluza de Salud Pública. ¿Podría hacer un pequeño repaso por estos retos?
Respuesta.- En primer lugar, no hay nada más importante, bajo el punto de vista demográfico, que el envejecimiento que estamos experimentando a nivel global. Es algo extraordinario, y yo diría que va más allá de una revolución, lo que llamo la revolución de la longevidad. En España, por ejemplo, en 1950, la esperanza de vida se situaba alrededor de los 60 años. Hoy ya es la más alta de Europa y, en unos años, será la esperanza de vida más alta del mundo. Es algo fenomenal que revela una conquista muy positiva, es decir, que algo se está haciendo bien que permite que la sociedad pueda envejecer tan rápidamente. Esto conlleva un desafío porque, en paralelo, al aumento de la esperanza de vida se suma que las tasas de fecundidad siguen bajando. Y España tiene una de las tasas de fecundidad más bajas. Es decir, el número de personas que están ingresando en la población continúa disminuyendo. Ahí está el reto. En primer lugar, me refiero a qué políticas son sustentables para que la economía pueda responder a este cambio tan súbito de la estructura demográfico. Y, en segundo lugar, quién va a cuidar de un número tan elevado de mayores. Es decir, cómo organizar, en el seno de la sociedad y de la familia, el apoyo y cuidado de estas personas.
P.- Se tiende a pensar en el envejecimiento como algo negativo. ¿Cómo podemos, entre el conjunto de la sociedad, invertir esta idea y hacer de este cambio demográfico una oportunidad, y no un inconveniente?
R.- El envejecimiento es para celebrarlo, en eso tiene razón; lo que no sirve para nada es la muerte precoz. La otra opción a ese envejecimiento es morir antes, y esa no nos interesa. Quiero decir que la única manera posible debe ser la de encarar y responder ante el envejecimiento de forma positiva. A lo largo de la historia, la humanidad siempre ha perseguido la fuente de la eterna juventud, y no es que hoy la tengamos, pero sí que estamos más cerca que, por ejemplo, en el siglo XIX, cuando la esperanza de vida media en el mundo a penas alcanzaba los 40 años. Es maravilloso que cada vez podamos vivir más. Hoy, el 33% de la población de países como Japón ya tiene más de 60, y España está alcanzando ya el 30%. No solo son países desarrollados, sino que también países en vías de desarrollo están doblando su proporción de personas mayores en 20 años cuando antes, para ello, debían pasar más de 100 años. Lo primero que debemos hacer es reactualizar nuestro reloj interno y nuestras actitudes. Es decir, ya que estamos viviendo más, tenemos que estar preparados para esa vida mucho más larga. Envejecer es lo mejor que nos puede pasar. Hay que cambiar la actitud para entender que estamos ante algo muy positivo individualmente, pero también para la sociedad. Debemos tener esa actitud positiva sin olvidar, eso sí, esos retos a los que debemos hacer frente.
P.- En una de sus últimas entrevistas con este periódico aseguraba que los mayores estaban siendo desaprovechados. ¿Cuál debe ser, en su opinión, la labor de los Gobiernos estatales y de las entidades privadas, de cara a mejorar el valor de este colectivo?
R.- Hay dos cosas importantes en este sentido. La experiencia es evidente porque si ya estás viviendo más años, es lógico que acumules más experiencia. Pero esto no es suficiente en una era en la que la tecnología lo está transformando todo, y muy rápidamente. Por tanto, sí necesitamos la experiencia, pero también el aprendizaje a lo largo de la vida. Estamos viviendo una auténtica revolución industrial, la cuarta en la historia. Asistimos a una influencia de la tecnología y la informática en casi todas las esferas de la vida, y debemos ir adquiriendo esa formación y esos conocimientos. Creo que los ciudadanos necesitan políticas claras para poder envejecer bien, con salud, pero también con conocimiento. Es un concepto que en inglés se denomina lifelong learning. Una empresa que actúa de forma inteligente sabe que su recurso más importante es el humano, las personas que trabajan para ella y han desarrollado una fidelidad con su trabajo. En este sentido, hay que proporcionarles oportunidades para que sigan siendo productivas. Eso será muy bueno para los trabajadores pero, al mismo tiempo, para la empresa, especialmente cuando somos conocedores de la necesidad de mano de obra. Ahí entra en juego, asimismo, la gestión política. Si podemos hacer que las personas sean productivas más tiempo, ello también tiene un interés político.
P.- ¿Hace una valoración positiva de cómo España afronta el reto demográfico o aún tenemos asignaturas pendientes en esta materia?
R.- Debemos hablar de las dos caras de una misma moneda. Es decir, algunas cosas se están haciendo bien y otras, no tanto. Pero, eso sí, empecemos por las cosas fenomenales, aquellas que hay que preservar. En primer lugar, es la Atención Primaria a la salud, es decir, el acceso universal a la sanidad. Este es uno de los valores más grandes de España, sin duda, y que ha tenido un impacto super positivo en lo que la actual esperanza de vida y riqueza del país. Además, es algo positivo para los mayores, ya que hace años, sufrir una enfermedad incurable podía suponer una auténtica catástrofe económica para las familias, y con un coste elevado, sobre todo, para las mujeres encargadas de esos cuidados. Ese acceso universal que hay España a la sanidad es una referencia para toda Europa. En segundo lugar, la cultura española conserva todavía principios que me parecen muy interesantes y positivos. No me refiero solo a la dieta mediterránea, sino a la forma de comer. En este país existe una cultura de sentarse a la mesa, conversar, tomarse un tiempo para relajarse... y eso es algo que no se ha preservado tanto en otros países europeos. Se trata de algo importante, no solo desde el punto de vista de la salud, sino también en el sentido de la armonía social. El hecho de sentarnos y hablar, buscar soluciones entre compañeros de trabajo y mirarnos a los ojos es muy distinto que tener más de mil amigos en Facebook. Eso sí, todas estas cuestiones positivas pueden perderse, si no lo cuidamos de la forma adecuada, como ya ha sucedido en otros países. Es necesario mantener ese diálogo y defender los derechos a la salud, la enseñanza pública y la educación. Que las nuevas generaciones puedan aprender y, a su vez, los mayores sigan aprendiendo. Esto debe ser una labor de las políticas públicas, y también de las empresas, de forma que se favorezca la creación de espacios para la armonía y la solidaridad intergeneracional. Hay que dejar un legado porque no estamos aquí para siempre. Sí existe un aspecto que no sé hasta qué punto en España se está perdiendo, y es el cuidado a las personas con dependencia. En muchos países, y aquí también, se están empleando a mujeres extranjeras que están prestando estos servicios y reemplazando, en cierta forma, a las propias familias. La falta de tiempo o de interés lleva, en ocasiones, a que la familia deje de cuidar de sus mayores, y en ese caso, es importante reconocer y recompensar el trabajo de estas mujeres de forma digna, pues están prestando un servicio indispensable. No debemos perder nuestra cultura de cuidados.
P.- ¿Qué aspectos, en su opinión, debe abarcar un envejecimiento saludable y activo? Es decir, ¿cómo podemos estar listos para este maratón final que, como usted dice, es la vida?
R.- Creo que existen cuatro capitales fundamentales que debemos acumular para envejecer bien y, en primer lugar, es pensar en la salud. Ello implica, en la edad adulta, la prevención de enfermedades crónicas, algo que supone hablar de cuatro factores de riesgo: no fumar, no beber alcohol, llevar una dieta saludable y practicar actividad física. En segundo lugar, además de la salud, debemos cultivar el conocimiento. Es decir, aprender, aprender y aprender. En tercer lugar, es indispensable el capital social que acumulamos a lo largo de la vida. Es muy importante no reducir nuestro capital social, solo, a nuestro entorno de trabajo, pues ello provoca que con la llegada de la jubilación te encuentres solo, sin poder relacionarte o comunicarte con nadie de tu entorno. Y ello deriva en una situación de soledad. El último capital, que siempre ayuda, es el financiero. Además de estos cuatro aspectos, para este maratón del que estamos hablando, es indispensable tener resiliencia. Es decir, debemos tener esa capacidad de adaptarnos, encontrar soluciones a los cambios que nos vamos encontrando con actitud maleable, positiva... con buen humor y optimismo. Y en ese punto entra en juego el último concepto al que me refiero en esta carrera, y es tener un propósito de vida.
P.- Acaba de mencionar un tema que, desgraciadamente, está muy presente cuando hablamos de las personas mayores y no podemos pasar por alto: la soledad. ¿Cómo se puede atajar este fenómeno?
R.- En Inglaterra, por ejemplo, acaban de crear un Ministerio de Personas Mayores y, lamentablemente, no creo que el problema de la soledad pueda solucionarse a través de la burocracia. Este Gobierno es el mismo que ha cerrado 500 bibliotecas públicas y precisamente en estos espacios es donde se puede romper con ese aislamiento, porque permiten relacionarse a las personas mayores que acuden a ellas.
P.- Hace unos años acuñó un nuevo término: la ‘gerontolescencia’. ¿Qué definición realizaría de este concepto?
R.- Es un poco en clave de humor. Cuando nacimos los babybommers, entre los 60 y 65, hubo una explosión de natalidad porque la gente estaba celebrando el final de la II Guerra Mundial, por lo que somos una generación muy numerosa, con un grado de buena salud alto y con acceso a la educación. Si a esas tres características le añades una cierta capacidad económica –derivada del desarrollo financiero–, criamos la adolescencia. Este término no era el mismo que la concepción que tenemos hoy, sino que se trataba de explorar, traspasar, buscar nuevas sensaciones. Además, fue un momento decisivo para las mujeres, que comenzaban a trabajar y podían decidir, gracias a los métodos anticonceptivos, cuándo tener hijos y cuántos tenían. Esto derivaría después en esa reducción de la tasa de natalidad. Esta experiencia transformadora que hemos tenido los miembros de mi generación como adolescentes es la que hoy tenemos dentro de nosotros. Ahora nos hacemos mayores, pero somos los mismos que hemos inventado la construcción social de la adolescencia, de ahí el término ‘gerontolescencia’. Hemos luchado por nuestros derechos, y lo seguimos haciendo, aunque ya no sea como adolescentes.